INNtenseando: DOCENTES TECNÓFOBOS

Por: Sergio Dávila Espinosa

No cabe duda de que las redes sociales reflejan de alguna manera nuestras emociones y nuestros pensamientos. Quizás más allá de lo que creemos o de lo que quisiéramos. En el caso de quienes somos docentes, las publicaciones aun cuando se trate de replicar citas o memes, permiten inferir también nuestras posturas pedagógicas.

 Y así, a más de ocho meses de trabajar a distancia, todavía es frecuente ver publicadas y polirreaccionadas frases como “Jamás la escuela y el maestro podrán ser reemplazados por la tecnología. Hace falta la pedagogía del afecto”.  Y yo me pregunto, ¿quién está proponiendo reemplazarlas?, ¿acaso la pedagogía del afecto no puede tener como vehículo a la tecnología? La frase es bonita, pero me parece peligrosamente falaz.  Y aquí es donde los memes son capaces de reflejar posturas implícitas sobre una tecnofobia presente en un sector del magisterio.

No debemos olvidar que el cierre de escuelas derivado de la pandemia nos afectó a nivel mundial y todos los docentes tuvimos que desarrollar de manera emergente nuestras competencias para hacer de la tecnología nuestra asistente. Se dice que en estos meses los docentes hemos avanzado su manejo lo que de haber continuado en lo que llamábamos normalidad presencial, nos hubiera llevado al menos 5 años. Los esfuerzos de la mayoría de los docentes han estado a la altura de las circunstancias, pero hay otros que aún siguen oponiéndose a su uso argumentando o pretextando razones sociales, económicas o hasta ideológicas.

No nos engañemos. Si marzo nos sorprendió sin saber que existía Zoom, Classroom o la metodología del Aula Invertida, es entendible, no eran indispensables para enseñar, aunque algunos ya innovaban en su uso. Pero si a estas alturas no hemos aprovechado la amplia oferta de talleres, cursos, repositorios, webinars o tutoriales que se han puesto a nuestra disposición para aprender a manejar las herramientas y pasar de una escolarización remota de emergencia a una educación sin distancias, entonces no busquemos justificación, es porque no queremos. No digamos que es porque nuestros alumnos no tienen buena señal de internet o porque no tienen siempre una computadora a su disposición, porque al tiempo que se ha brindado capacitación para el uso de las herramientas tecnológicas, también se ha dado la oportunidad de revisar metodología para el diseño instruccional en todo tipo de contextos.

En un mundo mercadocéntrico, las llamadas TIC (tecnologías de la información y comunicación) no fueron diseñadas originalmente para el uso educativo. Ni la radio, ni la televisión, ni la computadora ni el celular. Sin embargo, hoy existen muchas aplicaciones que podrían utilizarse para enriquecer el diseño de los cursos en modalidad a distancia. Y esto sólo lo puede hacer cada maestro. Por más cursos que ofrezca de manera gratuita y diversificada la SEP, Google, Microsoft o Fundación Telefónica, entre otros, la decisión de aprovecharlos es de cada docente.

Qué recursos y cómo utilizarlos, implica una decisión estratégica de cada profesor, que paradójicamente de manera valiente se vuelve vulnerable al dejar de hacer las cosas como normalmente le habían funcionado, para explorar paulatinamente cambios en la forma de impartir sus clases. Esto no se logrará de forma automática o mágica solo porque en lugar de TIC empecemos a hablar de TICCAD (Tecnologías de la Información, Comunicación, Conocimiento y Aprendizajes Digitales) como propone la SEP. Si usamos el horno de microondas sólo para calentar tortillas, de nada sirve que éste sea de última generación y tenga 25 funciones programadas. 

En cambio, las TIC podrán servir como verdaderas aliadas y auxiliares de la escuela de lejos si nos decidimos a aprovecharlas, aunque sea gradualmente para comunicarnos de manera eficiente, afectiva y empática con nuestros estudiantes. Lo mismo por Zoom, que por simples mensajes de Whatsapp los alumnos pueden percibir el grado de interés que tiene el docente por comunicarse con ellos, por saber cómo están y por atenderlos como lo que son, la razón de ser de nuestro trabajo.

Además de ello, debemos convertirnos en activos prosumidores. Es decir, no sólo consumidores sino también productores de contenidos por medio de las TIC. Ya no sólo se trata de encontrar videos en Youtube para encargar que los alumnos los vean, sino de producir los propios o introducir en los ajenos preguntas y actividades que propicien la actividad cognitiva de los estudiantes. Ya no sólo se trata de encontrar un juego que me sirva como introducción a un tema, sino de gamificar la clase indagando en los principios metodológicos de esta propuesta.

Pero, sobre todo, se trata de promover que los estudiantes también hagan uso de las TIC para crear contenidos, ya sea en la producción de nueva información, la solución de un problema o la invención de nuevos productos. Pero para hacerlo, los docentes antes debemos conocer aunque sea de manera incipiente los recursos de los que disponemos y sus alcances.

¿Y si en lugar de hacer viral un meme tecnofóbico empezamos a convencernos de que las mejores lecciones no son las que se dan de manera presencial, sino aquellas que se centran en el aprendizaje y desarrollo de nuestros alumnos?

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