Dr. C. Ramón Alipio Fundora Simón
Metodólogo de la Dirección de Grados Científicos de la Universidad Agraria de la Habana. República de Cuba
Doctor en Ciencias Pedagógicas
Profesor Invitado del Campus Tequis, de la Universidad de Tangamanga. S.L.P. México
Con el propósito de ejemplificar la relación que identifica el título el autor presentará un segundo artículo relacionados con la Triada Gnoseológica Positivista, la que se resume en la figura 1, que fue presentada en el artículo anterior.

Figura 1. Representación gráfica de la Triada Gnoseológica Positivista
De los criterios de Comte (1980) se deduce que esta posición filosófica de aprehensión del conocimiento propicia entender que el camino cognoscitivo transita en tres fases (estados):
- Conocimiento teológico (primer estado): se refiere a la explicación por las deidades personificadas, a la creencia que todos los fenómenos de la naturaleza eran producto de la creación de lo divino o lo sobrenatural. El conocimiento adquirido es ficticio.
- Conocimiento metafísico (segundo estado): extensión del estado teológico; se refiere a la explicación por la explicación abstracta, impersonal, lo que hace que las personas trataban de creer que Dios era un ser abstracto, descartando la creencia en un Dios concreto. El conocimiento se caracteriza por ser abstracto.
- Conocimiento positivo (tercer estado): se refiere a la explicación científica basada en la observación, la experimentación y la comparación. Las explicaciones positivas se basan para su justificación en el método científico. Durante este estado, los seres humanos tratan de establecer relaciones de causa y efecto sobre la base de que sólo existe la objetividad, pues se parte de lo que es comprobable sólo por la experiencia del individuo o de otros. El conocimiento se caracteriza por ser científico y los rasgos esenciales que lo distingue son el ser útil, cierto, preciso, constructivo y relativo.
La tercera fase de la Triada Gnoseológica Positivista denominada positiva o científica, sustentada en métodos empíricos de obtención del conocimiento y las elucidaciones que de su empleo se derivan, establecida por la conexión necesaria de los fenómenos uno de los cuales (denominado causa) condiciona otro (denominado efecto), la absolutización de la objetividad como principio específico que orienta el enfoque de los fenómenos de la realidad, comprobado solamente por la experiencia individual, sobre la base de lo útil, cierto, preciso, constructivo y relativo es una de las bases que sostiene el Pragmatismo como corriente filosófica.
El vocablo Pragmatismo tiene origen en el griego y posee como significados desde el punto de vista etimológico asunto, acción, hecho, acto. Según el Diccionario Larousse (2015) el Pragmatismo es una doctrina filosófica y social que defiende que el único criterio válido para juzgar la verdad son los efectos prácticos de la vida (utilitarismo). Para Rosental e Iudin (1981) el Pragmatismo es una: “Corriente idealista subjetiva, muy difundida de la filosofía burguesa contemporánea, que parte del “principio del pragmatismo” que determina el significado de la verdad por su utilidad práctica” (Rosental e Iudin, 1981, pp. 371-372).
Como posición filosófica el Pragmatismo surge en los Estados Unidos de América en los últimos años del siglo XIX e inicios de siglo XX, siendo los representantes más destacados Charles Sander Peirce (1839-1914); William James (1842-1910) y John Dewey (1859-1952). En la figura 2 se muestra un resumen de las ideas significativas que los identifica.

Figura 2. Representantes del pragmatismo. Ideas significativas que los identifican
Como corriente filosófica el Pragmatismo se interpreta de diversas formas, como son el funcionalismo y el instrumentalismo. Estas posiciones tienen características generales que la distinguen, entre las que se destacan:
- La verdad es lo que “funciona” mejor para nosotros, lo que mejor conviene a cada parte de la vida y puede unirse a todo el conjunto de nuestra experiencia.
- La utilidad práctica de la verdad se confirma mediante la satisfacción de los intereses subjetivos del individuo.
- Explicación de la realidad mediante el criterio del “empirismo radical”, que identifica la realidad objetiva solo con la experiencia individual.
- Partiendo del “empirismo radical” y la concepción de la verdad como lo prácticamente útil, todo y cada uno de los fines (teleología) del sujeto son prácticos, exclusivamente prácticos.
- El arte, la literatura, la historia, solo valen, en tanto, se convierten en ciencias sociales, mediante el empleo del método científico en el proceso investigativo, el que es propio de las ciencias naturales, en las que predomina los métodos empírico-analítico e hipotético-deductivo
La Triada Gnoseológica Positivista sustenta, al igual que la Pedagogía y Didáctica Positivista la Pedagogía y Didáctica Pragmática, que presentan a la educación: “como una ciencia positiva más, con formulaciones exactas e incontrovertibles, apoyada en datos estadísticos verificados experimentalmente, cuyas conclusiones son perfectamente generalizables a cualquier situación similar” (Blanco, 2003, p. 17).
Desde los presupuestos de la Triada Gnoseológica Positivista, la misión de la Pedagogía Positivista y Pedagogía Pragmática es la de establecer leyes y principios universales lo que le hace posible: “construir un campo específico con conceptos, leyes y metodologías exclusivas, que no requieren de elaboraciones provenientes de otras ciencias” (Blanco, 2003, p. 17).
Este punto de vista es cientificista, atomizado y ultra disciplinar ya que desconoce la creciente integración de conocimientos que se produce en la ciencia, incluyendo las Ciencias de la Educación, que tratan el fenómeno educacional tal y como este puede ser abordado en su complejidad sostenido en el criterio que: “Una sola ciencia no basta para hacerse cargo de la educación. La praxis educadora – una y específica – y solo ella, proporcionará coherencia y emancipación a los múltiples saberes educacionales al reflexionar sobre las prácticas educativas” (Chávez, et al., 2014, p. 13).
La Pedagogía Pragmática puede considerarse como una pedagogía activa radical, porque se considera a la acción como un fin en sí misma, en cuanto a que todo resultado es, en definitiva, premisa de una acción ulterior, por eso, la educación coincide con la vida y dura toda la vida, y se resuelve en una experiencia, continua (educación permanente) ya que entiende la experiencia como activa y prospectiva, y no cómo búsqueda de un principio anterior y constitutivo de los hechos, sino como producción de un hecho, creación de su ley, y por estas razones, la verdad no es más que una previsión y su garantía le da el resultado, el éxito de la acción educativa.
En su anti-intelectualismo, la Pedagogía Pragmática llega a dar valor pedagógico, más, que a la conciencia de los ideales y hacia la orientación hacia los valores, a la acción vitalista e irracional, por lo que se conformaría, más, con el hacer que con el reflexionar, con el obrar, más, que con el pensar. Se llega así al problematicismo, en lo que se refiere al programa y al tecnicismo en relación con el método de la educación. Las materias de estudio ya no son lo que se debe estudiar, la verdad que hay que aprender, sino aquello, con lo que se resuelve una situación práctica dada, el método para obrar y cómo tener éxito.
Así, las materias de estudio valen según su grado de utilidad práctica. De esta falta de jerarquía de valores, se deriva, en definitiva, un nuevo enciclopedismo, en el sentido, de que siempre hay que estar informados sobre todo lo que sirve para la vida actual y, la cultura no tiene límites ni estructuras esenciales, sino que se renueva continuamente, según las exigencias del momento, porque existen valores definidos que trascienden el devenir (relativismo historicista).
Por lo que se refiere al método, la función del educador es la de un técnico, porque ya no tiene nada que enseñar, solo debe asistir a la experiencia del alumno, al proporcionarle el material y guiarle en el uso de los instrumentos de investigación.
La educación se reduce a mejorar, indefinidamente las condiciones de la vida de la sociedad.
En esta perspectiva sociológica, la Pedagogía Pragmática otorga importancia a la educación social, mediante la actividad del grupo, pero tiende a construir la reciprocidad de los individuos solo sobre la base del intercambio de actividades, no, sobre la sociabilidad natural común, que se expresa desinteresadamente en generosidad, por encima de la necesidad interesa de la ayuda recíproca.
El fin de la educación de la Pedagogía Pragmática es: un hombre altamente especializado, pero, desprovisto de esa humanidad y liberalidades que solo pueden derivarse de la cultura humanista y de los valores desinteresados.
En nuestra región geográfica un lugar destacado lo ha tenido desde los años 50 del siglo pasado, la Pedagogía Pragmática estadounidense, que da a la acción una facultad eminentemente utilitaria y, por eso vale, solo, si se logran mejorar las condiciones de la humanidad (mayorismo). No se trata de una experiencia educativa racional calculada, lógica y matemáticamente, sino de una experiencia indiferenciada, en la que se encuentran, juntas, elementos lógicos y alógicos y el preconsciente y el subconsciente tienen tanto valor como lo consciente.
La variante de la Pedagogía Pragmática que tuvo y tiene influencia en la educación es la Pedagogía Funcionalista de John Dewey que la inclinaron hacia un plano social que no lo posee el pragmatismo clásico, al defender la Escuela Activa, que proponía el aprendizaje mediante la actividad personal del alumno. Su filosofía de la educación fue determinante para que la Escuela Nueva se propagara por casi todo el mundo (Chávez, et al. 2014).
Es válido destacar que Dewey practicó la crítica contundente a la obediencia y a la sumisión, hasta entonces cultivadas en las escuelas las consideraba verdaderos obstáculos para la educación. A través de los principios de la iniciativa, originalidad, cooperación, pretendía liberar las potencialidades del individuo frente a un orden social que, en lugar de ser cambiado, debería ser progresivamente perfeccionado. Así, traducía para el campo de la educación el liberalismo político-económico de los Estados Unidos.
Aunque varios aspectos de la teoría de John Dewey sean similares a la pedagogía del trabajo-pragmatismo, su discurso se presentaba bastante genérico, aunque no se cuestionaba las raíces de las desigualdades sociales. Este influyente filósofo y pedagogo daba prioridad al aspecto psicológico de la educación en perjuicio del análisis de la organización capitalista de la sociedad, como factor esencial para la determinación de la estructura educacional. Para la educación Dewey construyó ideas de carácter interesante, como el autogobierno de los estudiantes, la discusión sobre legitimidad del poder político, además, de la defensa de la escuela pública y activa.
La Pedagogía Pragmática esta sostenida en una Didáctica Activa Funcionalista, posición que pretende desaparecer los efectos negativos de la Didáctica Conductista. Esta perspectiva de concebir la relación enseñanza-aprendizaje, tiene origen en el surgimiento y desarrollo del Movimiento de la Escuela Nueva, que irrumpió con fuerza entre la primera y la segunda guerras mundiales, pero que alcanzó su auge en el período posterior a 1945. (Chávez, et al. 2009)
Los principios esenciales del Movimiento de la Escuela Nueva son atribuibles a la Didáctica Activa Funcionalista, resumidos en que:
- La educación responde a los intereses y a las necesidades de los alumnos.
- La escuela es vida y no preparación para la vida, por eso el centro del proceso es el niño.
- La cooperación es más importante que la competencia.
- Se aprende a resolver problemas y no a través de la transmisión de saberes. De ahí el carácter activo de esta concepción acerca de la educación.
La Didáctica Activa Funcionalista está basada en los métodos activos y en la libre expresión del niño, abogando por una enseñanza que debía favorecer el desarrollo de la personalidad del educando, respetando lo que él llamaba su equilibrio vital y sostenida en tres elementos básicos: libertad, actividad e individualidad.
La libertad es una condición inherente al niño y necesaria para el aprendizaje y la educación, que deben formarlo integralmente en lo físico, intelectual y moral. Si bien son valiosas las ideas en inicio, el sesgo está en la absolutización del aspecto biológico ya que compara el desarrollo del niño con el de la planta y la hiperbolización de la herencia en el proceso educativo.
Desde esta concepción biologicista, el individuo necesita desarrollarse como la planta, pero de un modo eternamente móvil, sin trabas, apreciando que la vida es desarrollo o crecimiento, y la infancia una fase de esa propia vida, pero aquel desarrollo ha de ser integral: físico, intelectual y moral, además, muy vinculado a la herencia, al brindarle un rol importante a la transmisión, de generación en generación de las características fisiológicas, morfológicas y bioquímicas de padres a hijos.
En lo relativo a la actividad, el desarrollo del niño debe ser móvil, sin trabas ya que la vida es desarrollo o crecimiento y la infancia es una fase de la propia vida, de ahí su importancia ya quees una necesidad imperiosa de la vida infantil. El individuo para desarrollarse libremente tiene que ejercitar sus músculos y los sentidos, y con ello, su mente.
Por otra parte, la Didáctica Activa Funcionalista es contraria a las limitaciones, imposiciones u obstáculos. La organización del salón de clases la estructura tradicional áulica de los pupitres fijos, los premios y castigos. El empeño es proporcionar actividades y presentar estímulos que excitan los sentidos del educando. Por esto mismo exige una observación sistemática del sujeto, a fin de conocer sus necesidades, intereses y capacidades.
La individualidad está implícita en el principio de la libertad. Sin aquella el hombre no puede ser libre, y por ello, es que la libertad debe conducirse conjuntamente con la acción, hacia el cultivo de la individualidad del niño.
En lo relativo a la apropiación del conocimiento, la Didáctica Activa Funcionalista parte de las vivencias inmediatas del sujeto, para establecer una conexión armónica entre el material de estudio y lo que ya ha visto y amado, enlace que acerca la cognición a la experiencia vivida, posición que supera apreciar el material de estudio como algo formal y simbólico, externo al individuo en la medida en que los hechos son presentados como algo conocido por otros, sin que sean productos de una realidad experimentada, de ahí que los contenidos educativos no se imponen, sino que se adaptan a los instintos del que aprende.
La materia de estudio tiene para el maestro un significado diferente que, para el científico, en tanto, que para éste representa un punto de partida hacia nuevas hipótesis y experiencias; para el maestro la materia de estudio le interesa como representando un grado y una fase determinados de desarrollo de la experiencia. Al sujeto se le presenta la materia no en la forma en que ésta se presenta al especialista, sino que, por el contrario, se debe provocar la apropiación mediante la experiencia vital, la acción continua.
En la organización de la escuela términos como control, dirección, conducción son conceptos que caracterizan la dimensión exacta del proceso educativo, por cuanto, el control, la conducción, no se da en base al interés del maestro o de un grupo social particular, y sí sobre consideraciones de estricto interés social general.
En el proceso educativo, el papel del maestro es conducir al estudiante mediante el tránsito del desarrollo de los sentimientos, intereses, aptitudes e instintos más naturales hacia su adaptación y ajuste a una situación social determinada. En dicho proceso el individuo se reconoce como un miembro más de esa sociedad, como partícipe de una cultura y se somete voluntariamente al ordenamiento que ella implica.
Desde la perspectiva de la Didáctica Activa Funcionalista el docente se aprecia como trasmisor de conocimientos, de ahí que deberá preocuparse por los medios que han de provocar la experiencia y lo que hay de utilizable, para ello, en la vida presente del estudiante al establecer la correcta relación entre necesidad y fin, pues, partiendo de los hechos y verdades que ya están incorporados a la “experiencia vital” del alumno, el maestro conduce la apropiación de nuevos conocimientos, generando nuevas experiencias, al mismo tiempo que localiza los obstáculos intelectuales, prácticos y éticos que se pueden oponer a la adquisición de estos nuevos conocimientos.
Para la Didáctica Activa Funcionalista solo la investigación puede cambiar el carácter de la experiencia y transformarla mediante el pensamiento y la razón (lógica) como procedimientos intencionales, y pasar de confusa e indeterminada en algo más armonioso y ordenado. Desde esta visión de la enseñanza y el aprendizaje, el sujeto que conoce debe estar en disposición de creer en lo que la experiencia le dicta, no dudar de los datos que le otorgan sentido; pero al mismo tiempo deberá estar libre de cualquier concepción personal que implique un obstáculo u oscurecimiento en la interpretación de las experiencias desde el punto de vista de la razón. La hipótesis a comprobar deberá refrendarse lo más puramente posible en la observación objetiva y no ser perturbada por razonamientos de tipo discursivo.
Sobre la base de tales presupuestos científicos, el proceso del conocimiento se plantea, entonces, como un proceso individual en el cual, a partir de la duda que nace de la experiencia inmediata, el individuo aparece como agente de soluciones originales que enriquece el acervo de conocimientos acumulados por la humanidad, en la medida en que resuelve problemas que no habían sido resueltos: el sujeto consciente no existe antes de la investigación, sino que se constituye en ella y para ella. Pero en el acto cognoscitivo no solo se construye el conocimiento sino también lo conocido.
En un próximo artículo nos acercaremos a la Triada Gnoseológica Dialéctica Materialista y a la Pedagogía y Didáctica derivada de las concepciones que la sostienen. Espero los comentarios a este trabajo que son muy valiosos para seguir dialogando sobre la educación que es dialogar sobre la vida.
REFERENCIAS
Blanco, A. (2003). Filosofía de la Educación. Selección de lecturas. Editorial Pueblo y Educación.
Chávez, J., et al. (2014). Filosofía de la Educación. Editorial Pueblo y Educación.
Chávez, J. et al. (2009). Corrientes y tendencias de la Pedagogía y la Didáctica a finales del siglo XX e inicios del siglo XXI. Editorial Pueblo y Educación.
Comte, A. (1980). Discurso sobre el espíritu positivo. Alianza Editorial, Madrid.
Diccionario Larousse. Reproducción. En El Pequeño Larousse Ilustrado 2015. Consultado 16 de febrero de 2020. www.LAROUSSE.es