INNtenseando: Doce uvas por la educación

Estamos ante el ocaso de 2021 y como cada año, se nos presenta la oportunidad de hacer recuentos de los propósitos, metas y logros que nos planteamos; así como de evocar a quienes ya no están con nosotros. A este año en particular lo recibimos con exceso de esperanza después del funesto 2020 en que cambiaron quizás para siempre nuestras vidas. Más de uno imaginamos que sería el año del retorno a una vida sin cubrebocas y sin la amenaza constante de un contagio que pendió de nuestras cabezas como la espada de Damocles.

Y sí, el 2021 estuvo marcado por el alivio que proporcionó la vacunación contra el virus responsable de la COVID-19, como una respuesta inéditamente rápida gracias a la colaboración de la comunidad científica internacional. A pesar de ello otros virus continuaron inoculando y enfermando a nuestra sociedad: la violencia, la inseguridad, la pobreza y la polarización inducida, galopan ganando terreno y adicionan muertes al conteo de los ausentes en las mesas de navidad y año nuevo. Y sin embargo la esperanza se mantiene como en el fondo de la caja de Pandora y se renueva con el inicio de un año nuevo gracias a las fiestas, vacaciones y reuniones de amigos y familias en las que se multiplican y externan buenos deseos.

Entre los múltiples rituales que alimentan la esperanza, existe la costumbre de pedir 12 deseos comiendo igual número de uvas al tiempo que se escuchan las campanadas que señalan el inicio del nuevo año.

Adelantando un poco la nochevieja, quiero compartir con ustedes mis doce deseos para la educación, que espero encuentren eco en sus propios anhelos y así, juntos no sólo esperemos, sino actuemos para tener en 2022 una próspera y renovada educación para nuestros niños y jóvenes.

  1. Mi primer deseo es la salud. Que todos los docentes, personal directivo, administrativo y auxiliar; y que todos los niños y jóvenes que asisten a nuestras escuelas gocen de plena salud. Que cada uno tenga acceso a una vacunación que lo proteja del virus y que nos permita asistir a clases con cubrebocas, pero sin miedo. Que tengamos todos también la salud emocional reforzada por la resiliencia cultivada durante estos dos últimos años.
  • Mi segundo deseo es que la educación que impartimos en nuestras escuelas en el 2022 se centre en el descubrir, desarrollar y compartir los talentos de nuestros niños y jóvenes. Que los maestros sepamos honrar nuestra misión como formadores y dediquemos al menos el mismo tiempo y energía al desarrollo de capacidades e inteligencia emocional de nuestros estudiantes que al contenido de nuestras materias.
  • Mi tercer deseo es que la educación que impartamos en nuestras escuelas en 2022 se evalúe formativamente, buscando que toda actividad de aprendizaje sea una oportunidad para retroalimentar y alentar la mejora y no una cacería de errores para descontar puntos en una libreta de calificaciones. Una educación en la que desaparezcan los cuadros de honor, la elección de la escolta de bandera por promedios, los premios y castigos; y se instaure en el aula un ambiente en el que el error no sólo se permita, sino se celebre como preámbulo de aprendizaje.
  • Mi cuarto deseo es que las condiciones de esta interpandemia permitan aumentar la certeza sobre la modalidad con la que trabajaremos. 2020 se distinguió por una escolarización remota de emergencia que no podemos llamar “educación a distancia” y 2021 por una modalidad mixta intermitente que no podemos llamar “educación híbrida”; ninguna de las dos permitió a los docentes una planeación estratégica de actividades.
  • El quinto deseo es que los docentes adoptemos de una buena vez una caja de herramientas tecnológicas que enriquezcan el contenido y las actividades de nuestras clases. El regreso a clases presenciales no debería dejar abandonados en el desuso las aplicaciones y simuladores que utilizamos para reforzar aprendizajes, producir nuevos contenidos o resolver problemas. Nuestros estudiantes no son expertos en tecnología como a veces nos da por afirmar. Requieren nuestro apoyo para transitar de un uso casi exclusivo de sus dispositivos para el ocio insulso, a ser prosumidores expertos.
  • Al tiempo de degustar la sexta uva, mi deseo es que todos los docentes conozcamos y apliquemos los principios básicos de la neuroeducación. Que el diseño de nuestras actividades esté basado en el cerebro de nuestros niños y jóvenes, para potenciar los aprendizajes y disfrutar más de nuestro trabajo. Como afirma Leslie Hart: «Enseñar sin saber cómo funciona el cerebro es como querer diseñar un guante sin nunca haber visto una mano«.
  • Mi séptimo deseo es que todos los profesores y no sólo los de Orientación Educativa procuremos el bienestar socioemocional de los niños y jóvenes. Saber cómo resolver pacíficamente conflictos, comunicarse asertivamente, escuchar activamente o qué hacer en caso de sentir angustia o miedo, son objetivos tan importantes como los contenidos de nuestras materias.
  • Mi octavo deseo es que los profesores no se sientan presionados para “cubrir un programa” enseñando a toda prisa una gran cantidad de contenidos, muchos de ellos irrelevantes para la vida y necesidades de los estudiantes. Los programas de estudios de todos los niveles no fueron realizados tomando en cuenta el cerebro de los niños y jóvenes, y son imposibles de consolidar en la memoria de largo plazo.
  • El noveno deseo que tengo para la educación en nuestro país es la revaloración social de la docencia. Que la sociedad nos respete y apoye en nuestro trabajo. No más madres y padres indolentes que exigen a los profesores notas o cuidados especiales para sus hijos. No más madres y padres que hablan despectivamente de nosotros frente a sus hijos. No más madres y padres que nos miran como la extensión de la servidumbre doméstica.
  1. El décimo deseo es la revaloración laboral de la educación por parte de las autoridades del sistema educativo nacional. No más videos con demagogia que no se concretan en respeto y apoyo a nuestra labor. No más trato errático y displicente de parte de la USICAMM. Requerimos de una autoridad que de manera responsable y oportuna brinde apoyos y oportunidades de formación y equipamiento a los maestros.
  1. Mi undécimo deseo es que la educación de nuestro país y sus reformas no tengan como cimiento y propósito la ideologización. Que no se modifiquen los libros de texto para incluir interpretaciones históricas a modo. Que no se secuestre la academia y la investigación de las instituciones autónomas. Que no se adjetive ni se politice la ciencia.
  1. Y finalmente, con la última campanada y el último fruto de la vid, deseo a todos los docentes que el 2022 sea un año de revalorización personal y profesional. Que nos veamos y actuemos como verdaderos profesionales. Que busquemos oportunidades de formación y actualización más allá de las que las autoridades nos brindan. Que invirtamos tiempo y recursos a conformar una trayectancia docente, es decir un proyecto formativo elegido y construido de manera personal, que nos comprometa con la mejora continua de nuestro trabajo y nuestra persona.

No me cabe la menor duda, de que, si estos deseos se vuelven realidad, tendremos no sólo un feliz año 2022 sino también un mejor sistema educativo para afrontar los retos y desafíos de nuestra nueva realidad.

Sergio Dávila Espinosa
Twitter: @sdavilae

20 de diciembre de 2021

INNtenseando se tomará unos días de vacaciones por lo que regresará el 10 de enero de 2022.

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