INNtenseando: De docente a docente

Hace muchos años leí una carta de Don Pablo Latapí Sarre, pionero de la investigación educativa en México, en la que decía que ser maestro, tiene como la luna, una cara luminosa y una cara oscura. En la vida todo es así, no hay nada que sea totalmente bueno y satisfactorio, como tampoco ninguna experiencia o persona es totalmente negativa.

La cara oscura la conocemos bien los profesionales de la educación. La vivimos a diario. Ahí mora lo extenuante de nuestro trabajo, los horarios que nos obligan a estar mucho antes del amanecer para acoger a nuestros estudiantes a su llegada, y formar parte, claro está del filtro sanitario; así como a salir una vez que hemos entregado al último niño que con voz triste aprendió a bromear: “yo creo que mi mamá ya se olvidó de mí”. En esta cara obscura está también el ínfimo apoyo y reconocimiento de nuestro trabajo por parte de la sociedad y la demagogia gubernamental mal llamada revaloración, que hoy nos acusa de haber sido dóciles instrumentos neoliberales y nos exige abandonar el rol de facilitadores del aprendizaje y reemplazarlo por el de líderes comunitarios, exigiendo por decreto nuestra adhesión a una educación supuestamente transversal, holística, con articulación de compartencias, integral, comunitaria, de saberes ancestrales, decolonial y que forme en la otredad y criticidad.

Júntenle a lo anterior las condiciones de desintegración familiar que convierten a muchos de nuestros alumnos en huérfanos funcionales, la permisividad de los padres de familia que no sólo no los corrigen y educan en casa, sino que además se inconforman con nosotros, nos cuestionan y amenazan cuando ponemos límites o reportamos una calificación baja, ni siquiera reprobatoria, pues tampoco podemos hacerlo.

Pero el día de hoy no se trata de quedarnos en esa cara oscura. Hoy se trata de poner la mirada, el corazón y nuestra consciencia en el lado luminoso de nuestra profesión. Y vaya que también lo tiene. La gente a veces no lo entiende. Incluso en nuestras familias: “¿Maestro? ¿De verdad? ¿Ya lo pensaste bien?” -me decía mi madre desilusionada por no seguir los pasos de mi padre y estudiar medicina. Es un día de centrarnos en esos momentos que nos tienen aquí dedicándonos a la docencia desde hace 5, 10, 20 o 40 años y que nos tienen atrapados en una especie de síndrome de Estocolmo.

 La cara luminosa de la luna es para nuestras maestras y maestros de preescolar la experiencia de ver en primera fila el desarrollo de la motricidad de los pequeños niños a los que con paciencia y amor les inculcan la conciencia del trabajo y del respeto.

La cara luminosa de la luna es para nuestras maestras y maestros de primaria la posibilidad de “ver aprender” a sus niños. Saber que son corresponsables de la alfabetización de los niños y por tanto de todo lo que a partir de entonces conocerán a través de la lectura. Es ese momento en que el niño sonríe cuando las letras juntas se convierten en palabras.

La cara luminosa de la luna es para los maestros y maestras de secundaria la posibilidad de ser testigos del coctel de emociones que experimentan como producto de la última poda neuronal que sucede en el cerebro y en la que empiezan a tomar sus propias decisiones, desafían la autoridad, reclaman justicia y maduran en sus reflexiones.

La cara luminosa de la luna es para los maestros y maestras de bachillerato la posibilidad de preparar la cosecha de lo sembrado por los colegas de niveles anteriores y ver desplegar las incipientes competencias de los alumnos para aprender desde proyectos científicos, de servicio o emprendimiento.

La cara luminosa de la luna es para las y los profesores universitarios lograr que sus estudiantes logren incorporar en su mente y corazón una nueva identidad que conlleva modelos de pensamiento y habilidades profesionales con las que se identificarán dejando de ser alumnos para convertirse en colegas.   

Decía Don Pablo Latapí en esa carta a los maestros de la que tomé esta metáfora que Ver aprender, presenciarlo, más como testigo que como actor, es la satisfacción fundamental de quien enseña.  Lo malo está en que a veces nos concentramos tanto en enseñar, que acabamos contemplando cómo enseñamos en vez de disfrutar el milagro continuo de los que aprenden.  Ver aprender es ver crecer y madurar a los niños y jóvenes, comprobar que adquieren capacidades que no tenían, que hablan mejor, que juzgan por sí mismos y que van saliendo adelante”.

Es por eso, que el día del maestro sólo lo podemos celebrar entre colegas. Porque si tienes verdadera vocación, estarás de acuerdo que la luna, con sus dos caras, es simplemente única y bella. Y por ello sé que no tengo que desearte felicidades, pues estoy seguro de que ya eres feliz.

Sergio Dávila Espinosa
Twitter: @sdavilae



1 comentario

  1. Gran analogía del Mtro Latapí y tuya Dr Sergio, mi brillante pupilo !!!
    Deseo para ti y los educadores de México mucha vida para seguir con las actividades escolares , lo que nos gusta hacer…compartir conocimientos , prodigar felicidad a nuestros brillantes pupilos y hacerlos mejores seres humanos con nuestra cátedra … uno como tú basta !!!
    Ahora somos más …
    Felicidades a los formadores de corazones !!

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