La séptima sesión ordinaria del Consejo Técnico Escolar en las escuelas de educación básica que se llevó a cabo el pasado viernes, impuso como tema central a la evaluación formativa. Una oportunidad para reflexionar en la noción, métodos y finalidades de la evaluación en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Una vez más se agolpan los conceptos y adjetivos “evaluación formativa, sumativa, diagnóstica, auténtica, autoevaluación, heteroevaluación, tareas auténticas de desempeño, portafolios, rúbricas, exámenes y calificaciones”.
En mi opinión, la imposición del tema se dio de manera inoportuna, impertinente y poco significativa. Inoportuna pues estamos cercanos al final del curso escolar, con lo que seguimos reproduciendo la tendencia que en teoría queremos romper: la de considerar la evaluación como la etapa final de un proceso educativo y no como un proceso continuo, planeado y sistemático inserto en el proceso de enseñanza. Impertinente pues la reflexión se centra en el carácter formativo de la evaluación mediante la reflexión a partir de una desafortunada situación de evaluación que más pareció una práctica de laboratorio con una guía de preguntas, que una prueba auténtica de desempeño. Poco significativa pues no coadyuva a disipar las dudas que se han generado por el papel que tendrá la evaluación en el nuevo marco curricular. Al respecto, hay muchos rumores y controversia. Que si desaparecerán las calificaciones, que si la evaluación será sólo cualitativa, que si no habrá reprobados. Estas dudas, siguen en el aire, y sólo sabemos que paulatinamente serán tratadas durante los consejos técnicos escolares del próximo ciclo.
A pesar de todo, siempre ayuda reflexionar sobre el rol que tenemos como docentes respecto a la evaluación. Una manera de hacerlo es con dos metáforas que se pueden colocar en los extremos de un continuo:
- El juez: es el maestro que concibe su rol de evaluador como aquel encargado de recopilar la evidencia para medir y reportar cuánto aprendió su alumno. Para hacerlo normalmente recurre a los exámenes escritos, acumulativos y personales, que se aplican en un ambiente de solemnidad donde el alumno no tiene permitido hablar, recurrir a información o solicitar ayuda a sus compañeros o el maestro.
Una vez aplicados, los exámenes son revisados con escrupuloso cuidado descontando puntos si el alumno no contesta de acuerdo con las indicaciones o comete errores de ortografía. La calificación del examen conforma un importante porcentaje de la evaluación del curso y los temas tratados en él, no vuelven a revisarse en clase, con independencia de los resultados que obtenga el grupo. De la misma forma que un juez no acepta ni toma en cuenta pruebas que no se hayan presentado en los plazos determinados para ello, el maestro-juez no acepta que los estudiantes modifiquen los errores detectados.
- El entrenador: es el maestro que adopta un rol en el que el aprendizaje y desarrollo está por encima del reporte de calificaciones. Es el que no deja para el examen la corrección de errores y diseña actividades en las que pueda observar cómo se desempeñan y corregir a tiempo. ¿Se imaginan un entrenador de futbol que pusiera a los jugadores a tirar diez penaltis y después se limitara a contar cuántos de ellos terminaron en gol sin corregir la técnica del jugador ante los errores que detecte? El maestro-entrenador si por ejemplo solicita la grabación de un podcast, acompaña a sus alumnos en el proceso, les corrige el guión, les sugiere la estructura, los atiende en sus dudas, y desde luego no se limita a escucharlo una sola vez cuando los alumnos lo consideran terminado para otorgar una calificación.

La evaluación formativa supone que el maestro adopte un rol más tendiente al de entrenador que al de juez. Supone que el maestro diseñe actividades en las que solicite a sus alumnos mostrar no lo que saben, sino lo que son capaces de hacer con lo que aprendieron y siguen aprendiendo. Por eso una actividad de evaluación bien diseñada desde el inicio del curso y no al finalizarlo, considera el diseño de situaciones que soliciten producir información inédita, elaborar productos o resolver problemas reales de su entorno. En este sentido se dice que estas situaciones pueden servir a un doble propósito: motivar el aprendizaje y desarrollo de competencias, y evaluarlo. Por eso se dice que la evaluación formativa es de y para el aprendizaje.
A veces con simpleza se juzga como tradicionalista a quien aplica un examen o se supone vanguardista a quien solicita un portafolio de evidencias y utiliza una rúbrica. Esto no es del todo correcto. El carácter formativo (como el entrenador) o sumativo (como el juez) de la evaluación no depende de los instrumentos que utilice el maestro sino del rol que adopte al diseñar sus estrategias.
Por ejemplo, se pueden utilizar exámenes y realizar con ellos evaluación formativa si como sugiere Mariana Morales (@MarianaMorale19) se les aplican las 3R:
- Reducir su número, frecuencia y ponderación en la calificación final.
- Reutilizarlos con los alumnos para revisar errores y rehacerlos hasta que los superen.
- Reciclarlos en como ejercicios sueltos para resolver en clase y repasar.
Las actividades de evaluación deberán orientarse hacia una evaluación auténtica, lo que refleja no una cualidad en sí, sino una tendencia hacia la que enfocamos las actividades. Recuerdo haber visto como coordinador académico. exámenes de una materia llamada “Taller de lectura y redacción” en la que se preguntaban las partes del libro o la identificación del autor que representa el realismo mágico latinoamericano. Evidentemente el examen no es el mejor instrumento para lograr que los alumnos lean y redacten como es el objetivo de la materia implícito en su nombre. Ideas para hacerlo diferente sobran, desde la creación de un video a partir de la lectura de un cuento de García Márquez, pasando por video-reseñas que puedan subirse a Youtube, la representación dramatizada de los mismos ante sus compañeros y familias o la escritura incipiente de un cuento en el que dejen volar su imaginación y añadan mariposas amarillas u otros elementos.
No se trata pues de evaluar lo que se aprendió sino de evaluar para aprender mejor.
Sergio Dávila Espinosa
Twitter: @sdavilae
30 de mayo de 2022
