Le faltan dos semanas más al curso escolar. Dos semanas más en la que los maestros estaremos secuestrados dentro de las escuelas a merced de la inventiva de nuestras autoridades, quienes parecen empeñarse en poner a prueba nuestra resiliencia vocacional.
Mientras tanto la secretaria de educación, la señora Delfina ya está inscrita como aspirante a participar en el proceso de selección de candidato al gobierno del Estado de México por parte del partido oficial. Habrá que ver si aguanta también hasta el 28 de julio antes de renunciar a su oficina en la calle de República de Brasil, esa desde donde grababa los videos que nos enviaba para cada sesión de los Consejos Técnicos Escolares. Aunque no extrañaría que como lo han hecho otros miembros de su cofradía política, sólo pida una licencia temporal en lo que se define si es o no beneficiaria en la encuesta que realizará Mario Delgado en Palacio Nacional, y en caso de ser desfavorecida del apapacho presidencial, regrese con la frente muy en alto, faltaba más, a convencernos de que su verdadera vocación ha sido siempre la educación.
En caso de que se vaya a la contienda, una de sus últimas acciones con la que será recordada será su revancha en contra de quienes alzaron la voz por la desaparición del programa de Escuelas de Tiempo Completo. Confiaron en que la sociedad ya tan acostumbrada a los recortes en los programas públicos aceptaría con resignación la desaparición de este programa. Pero la vida moderna hace cada vez más complicado que las familias concilien sus horarios laborales con los de las escuelas. Muchas madres y padres de familia apenas alcanzan a dejar a sus hijos en las escuelas y ambos se van a trabajar. Si bien les va su horario de salida es a las 17 h por lo que pasar diariamente a recoger a los niños en sus diversos horarios de salida, se vuelve un problema permanente que el programa de Escuelas de Tiempo Completo ayudaba a resolver.
Después dijeron, como reacción a la inconformidad claramente mostrada por la sociedad, que el programa no desparecería sino que se transformaría en otro llamado “La Escuela es Nuestra” en el que insertarían el apoyo para una jornada de horario extendido y al más puro estilo del gobierno de la tercera alternancia, los recursos económicos para pagar a los profesores serían administrados no desde la nómina, sino entregados a los padres de familia para que fueran ellos quienes decidieran a qué maestros contratar para extender el horario o si prefieren gastar el dinero en otra cosa.
No conformes con ello, desde la SEP se definen dos cosas para asegurar “maximizar el logro educativo y la calidad de las experiencias escolares”. Se ve que esto no lo redactó Marx Arriaga pues hubiera sentido un “impulso eléctrico recorriendo su cuerpo” al ver la palabra neoliberal “calidad” en un documento emanado de la SIP (Secretaría de ideologización pública).
La primera de ellas es un curioso tabulador “sugerido” de $60 pesos la hora para el pago a los maestros que trabajen en esta jornada. Y la segunda, los lineamientos para quienes lo acepten: los de español deberán dedicarse a la producción y corrección de textos; creación de carteles; identificación de problemas y uso de la biblioteca escolar. Los de matemáticas al uso de juegos para enseñar operaciones y los de tecnología a realizar videos referentes a diversos temas. Por supuesto todos deberán además promocionar una cultura de vida saludable que incluya la organización de clubes deportivos y ferias sobre alimentación sana.

¿Qué tal? 60 pesos la hora que tramposamente ni siquiera pasan por la nómina ni generan derechos, sino que además sitúan a los maestros como empleados directos de los padres de familia, quienes a contentillo pueden pagarles menos o asignarles condiciones o tareas diversas a los establecidos en sus contratos.
Sugerir que los padres paguen $60 pesos la hora por trabajar después de la jornada escolar es un indicador de cuánto valora esta administración el trabajo de los maestros. Si nos asomamos a cuánto ganan por hora los maestros en otras partes del mundo, palideceremos de envidia: Y no me refiero a Luxemburgo donde ganan $728 por hora o Alemania donde reciben $480, sino a países latinoamericanos como Chile o Argentina donde se paga en $111 o $75 la hora respectivamente. He de decir además que estos datos son del pago de jornada normal, no el de extendida, que por obvias razones debe ser mayor.
Sesenta pesos le pueden servir a un profesor para comprar tres taquitos de bistec, o una torta sencilla con refresco, menos de tres litros de gasolina, un vaso de fruta con chile, quizás una michelada, o tal vez esperen que se invierta en un paquete de hojas blancas para utilizar con sus alumnos en estas clases extras. Todo muy acorde con la pobreza franciscana predicada desde el púlpito presidencial.
Indigna que mientras tanto un plomero, electricista o técnico que repara licuadoras no visitará tu domicilio por menos de $250 pesos por servicio que la mayoría de las veces le tomará menos de una hora. Incluso el centro de apoyo y capacitación para las empleadas del hogar propone un tabulador de $75 por hora.
Y claro, no faltan las voces que se empeñan en la romantización de la docencia, en la que se confunde mañosamente vocación con apostolado, aspiración con ambición y superación con perversidad. 60 pesos la hora por un trabajo profesional después de jornada, es decir “como horas extras” es una nueva afrenta a un gremio al que se prometió revalorizar, y por lo pronto sólo se ha rebaratizado.

Sergio Dávila Espinosa
Twitter: @sdavilae
18 de julio de 2022