“Uno de los casos más indignantes en suelo norteamericano, que a la distancia aun conmociona al mundo por el atropello a los derechos constitucionales”
Se convirtió en la persona más joven en ser condenado a la pena de muerte en los Estados Unidos de Norteamérica, además de ser el ejemplo más claro de discriminación por motivos raciales. Transcurría el mes de marzo de 1944 cuando fue condenado por “la muerte de dos niñas blancas de once y ocho años” respectivamente, un crimen que no cometió.
Mary Emma Thames y Betty June Binnicker salieron a buscar flores silvestres, George junto con su hermana observaban pastar a las vacas junto a las vías del tren, cuando las menores se aproximaron a preguntar sobre su búsqueda para posteriormente alejarse. Los padres al percatarse de su nulo regreso salieron a buscarlas sin suerte. No fue sino hasta la mañana del 24 de marzo que lamentablemente fueron encontradas sin vida en un perímetro cercano a la una iglesia Bautista Misionera, sus cuerpos mostraban signos de abuso sexual, y les dieron muerte con un madero de 25 kg.
George fue arrestado en su casa entrando con uso de violencia mientras sus padres no estaban presentes siendo él aun menor, fue sometido a un interrogatorio por demás inhumano para su corta edad colmado de maltrato tanto fisico, como psicológico y emocional, sin contar con la presencia de un abogado. Lo anterior fue posible, debido a que aún no estaba contemplado en la legislación como un derecho fundamental, ni siquiera contaba con la presencia alguno de sus padres. Transcurrieron 19 años caso Gideon vs Wainwright para que en Estados Unidos el Tribunal dictaminara en la Sexta Enmienda de la Constitución el requerimiento a los Estados que proporcionen abogados a los acusados.

En este tipo de casos, comúnmente se mencionan de las atrocidades de un asesino, de un psicópata, pero muy pocas veces se habla de la crueldad del sistema, de la inhumanidad con que fue juzgado este joven de apenas 14 años. Además cabe resaltar que el jurado fue integrado por diez personas de raza blanca, en donde la defensa que posteriormente contaría con ella estuvo en manos de un letrado especializado en declaraciones de renta es decir inexperto en la materia; que no llamó testigos cuando tenía una pieza clave la menor hermana de George, del lado de la fiscalía llamo a los dos médicos que examinaron los cuerpos y tres agentes a quienes el pequeño supuestamente hubo confesado sobre el cruel asesinato, lo anterior fue necesario ya que no contaban con una confesión escrita dado que se había EXTRAVIADO.
Aunque como era de esperarse la tal confesión no importo de mucho ya que solo bastaron DIEZ MINUTOS para DELIBERAR Y ALCANZAR UN VEREDICTO “MORIR EN LA SILLA ELECTRICA”, así es, solo les tomo diez minutos llegar a un veredicto tan cruel e inhumano, el cual se pronunció en una condena de pena de muerte en la silla eléctrica.
Era el 16 de junio de 1944 cuando George Stinney Jr de tan solo 14 años, fue ejecutado con una descarga de voltios en la silla eléctrica acompañado de su biblia y sin haber tenido contacto con alguno de sus familiares desde el día de su aprehensión. Algunos medios locales expresaron que las correas de la silla eléctrica eran muy grandes e incluso que tuvieron que ponerle varios libros en la cabeza para que pudiera alcanzar al electrodo de la cabeza.
A principios del año 2014 la familia Stinney recurrió a la sentencia judicial en base a un procedimiento negligente, se buscó que la Juez de Circuito Carmen Mullen permitiera a través del precepto “quae coram nobis residente” que las cosas permanecen en nuestra presencia, el cual permite al tribunal corregir su sentencia tras apreciar un error fundamental, el cual impidió que se pronunciara una sentencia correcta. La Juez anulo la condena 70 AÑOS DESPUES.

“No puedo pensar en una injusticia mayor que la violación a los derechos constitucionales que me han sido probados en este caso” se puede leer en la sentencia, aunque bien sabemos que en esta historia se basa la muy famosa película, Milagros inesperados, en la realidad, cuando se cae en las brechas del sistema, los milagros no existen.

Betzabeth Almazán Morales
Criminóloga